jueves, 9 de junio de 2011

El día que mi vida cambió




Recuerdo el cerdo, las gallinas, los conejos y los pollos de un amigo y vecino de la infancia. Pasé tardes enteras jugando con ellos, especialmente con el cerdo. Observándole desde la puerta de su pocilga, metiéndome a escondidas a rascarle la panza… descubrí a un amigo diferente. Era muy pequeña, y en mi mente fueron años los que estuve jugando con él, aunque hoy no sabría asegurar si efectivamente fue tanto tiempo.
Sin embargo, recuerdo como si fuera ayer el día en que fui a verle, una tarde más, y no estaba. El día en que me contaron (como se le cuenta a una niña de 9 años) que mi amigo el cerdo había muerto para que otros se lo comieran. Corrí, lloré, llegué a mi casa y prometí no volver a comer carne. Me consolaban diciéndome que no me preocupara, que a él no me lo iba a comer. Sin embargo, mi argumento más inocente fue que comiéndome otros cerdos tal vez me estuviera comiendo a los amigos de otras personas.
Ese pequeño golpe en mi vida (pequeño porque luego aprendí, con el tiempo, que mi amigo el cerdo era solo uno de tantos y tantos millones…) fue suficiente para empezar a plantearme otra forma de vida. Suficiente para empezar a ver un filete con otra cara. Suficiente para empezar a creer que si es posible vivir sin matar, no hay por qué hacerlo.
Y desde entonces, poco a poco, conociendo, viendo, leyendo, aprendiendo… llegó un día en que jamás volví a comerme a otro animal.
A pesar de que no concibo vivir de otra manera, entiendo a aquellos que siguen comiendo animales. Los entiendo porque ellos todavía no han sufrido un golpe en su vida que les haga cambiar, porque ellos quizá no hayan mirado fijamente a los ojos de un animal al que se van a comer. O, tal vez, porque mirar a otro lado, querer obviar lo que sucede, es una forma más de ser feliz.
Respeto a todas y cada una de esas personas porque durante años yo también comí animales. Porque todos podemos despertarnos cualquier día y querer cambiar nuestra vida. Porque confío en un mundo diferente con personas capaces de ver en el resto de animales una vida a la que respetar.
Solamente aquel que ha vivido la sensación de comerse a otro animal pueda, quizá, dejar de hacerlo algún día.
Laura Duarte




El Nobel Isaac Bashevis Singer, escribió una frase estremecedora pero que sintetiza de manera brillante nuestra relación con los animales: "Para los animales todos los humanos somos nazis y toda la vida un eterno Treblinka."

"Para aquellos cuya mente es libre, el sufrimiento de los animales es incluso más intolerable que el sufrimiento de las personas. Porque con éste último se admite que el sufrimiento es maldad y que la persona que lo provoca es un criminal. Pero miles de animales son inútilmente sacrificados cada día sin una sombra de remordimiento. Si alguien plantea esta cuestión, es tratado como ridículo. Y ese es el crimen imperdonable. Que sólo es válida la justificación que la gente puede sufrir. Esto clama venganza contra la raza humana. Si Dios existe y lo tolera, clama venganza contra Dios". Romaní Rolland

Por justicia, por respeto, por ética, por empatía...


http://video.google.es/videoplay?docid=7576567901991519153#

No hay comentarios:

Publicar un comentario