lunes, 21 de septiembre de 2009

LA NECESARIA UNION DEL ANIMALISMO

La necesaria unión del animalismo


Herrera, Profesora Titular de Antropología Social de la Universidad de
Valladolid, una persona admirable, sensible y una animalista muy
comprometida, a la que agradezco su apoyo, su ayuda y su generosidad,
por saber compartir y transmitir sus muchos y acertados conocimientos.


La máxima maquiavélica de “divide y reinarás (vencerás)”, ha sido a
lo largo de la Historia una estrategia empleada con profusión para
lograr la derrota del enemigo. Todos somos conscientes de que al aunar
esfuerzos, la capacidad de defensa y de respuesta es mucho más eficaz
que si los disgregamos,por lo tanto, aquel que librando una batalla
de la índole que sea, es capaz de sembrar el enfrentamiento entre las
filas de sus adversarios, tiene mucho camino avanzado para obtener la
victoria.

Un contrincante taimado, sabe cómo buscar los puntos débiles de su
oponente para alimentar las hostilidades internas, averiguando y
aventando las rivalidades que sin duda existen dentro de cualquier
colectivo o entre grupos afines, pero lo realmente asombroso y
desolador, es cuando esas disensiones se producen sin que medie la
intervención del antagonista, cuando sin éste haberlo intentado
siquiera, contempla muy satisfecho cómo los otros se descabezan entre
si, haciendo parte del trabajo que a él le correspondería y de paso,
debilitándose lo suficiente como para propiciarle el triunfo.

Es curioso comprobar que así como la táctica del “prietas las filas”
se da habitualmente en las agrupaciones más conservadoras o
totalitarias, sabiendo mantenerse como unidad inquebrantable a la hora
de iniciar confrontaciones con otras facciones, las desavenencias
entre pares surgen por lo general en aquellos que defienden posturas
más progresistas y cercanas a los conceptos de libertad y de justicia
universal. Y tal vez esto ocurre por la mayor disposición hacia
actitudes democráticas de los segundos, empezando su puesta en
práctica por ellos mismos al no estar sometidos a una férrea
disciplina interna que evitaría esas divisiones, enriquecedoras en
cualquier caso porque el debate siempre es positivo, pero muy
perjudiciales a la hora de presentar batalla.


Existen muchos ejemplos de lo anterior, pero queremos centrarnos en
uno muy actual y cuya presencia está cobrando, afortunadamente, gran
fuerza en España: el movimiento animalista – empleamos un término no
reconocido académicamente para esta acepción, pero que creemos que la
define de un modo muy claro -. A nadie se le escapa que la lucha por
los derechos de los animales y por lograr que se les reconozca un
respeto del que hoy carecen crece en importancia día a día, como no
podía ser de otro modo en un País en el que los casos de maltrato y de
muerte de estas criaturas, alcanzan la categoría de torturas y de
asesinatos con el apoyo frecuente de la Administración y elevados al
rango de espectáculos públicos.

Nos encontramos pues con toda una suerte de atrocidades sádicas que
padecen los animales, aunque las más emblemáticas sean los festejos
taurinos en cualquiera de sus variantes, desde la tradicional corrida
a perversiones como los toros alanceados, ensogados, embolados, las
becerradas, etc. Los que participan y amparan o se lucran de estas
acciones vómicas, son un frente común sin resquicios cuando de
preservar sus criminales divertimentos se trata, enfrentándose sin
frecuentemente, contra todos aquellos que exigen el fin de costumbres
tan miserables.

Y del otro lado tenemos a los animalistas, empeñados en una contienda
cuya existencia es difícil de concebir, pues no se entiende como en el
Siglo XXI y en un País del Primer Mundo, se hace necesario todavía
estar explicando que la brutalidad con los seres vivos no se puede
considerar como negocio, cultura ni arte, sino como una abyección
repugnante propia de mentes enfermas y ejercida por individuos
agresivos, cuyas conductas son socialmente peligrosas y por supuesto,
letales en el caso de los animales, a los que se dedican a martirizar
con tanta saña y encarnizamiento.

Pero resulta que los avances por acabar con semejante crueldad son
exasperadamente lentos, porque tanto el Estado Central como los
órganos de poder autonómicos, provinciales o locales, baluartes
últimos e imprescindibles para su existencia de todas estas muestras
de salvajismo, no se sienten lo suficientemente presionados por los
ciudadanos como para tomarse en serio este asunto, prefiriendo
ignorarlo antes que afrontarlo temerosos de las consecuencias. Y es
que les preocupa más la reacción de unos cuantos violentos adictos al
maltrato animal, carentes de cualquier escrúpulo, que la de los
defensores de estos seres, pacíficos por naturaleza, partidarios del
respeto y, he aquí el mayor problema, a menudo afectados por el cáncer
de la desorganización o lo que es peor, de la desunión.

Creemos que las mentes pensantes de cualquier colectivo, hacen mal si
pierden de vista la filosofía que mueve a sus bases, a todos aquellos
que en la calle son la fuerza y la voz que canaliza las
reivindicaciones que se persiguen, pues no hay mayor honestidad,
valor, ni pureza de pensamiento, que las que poseen los que se
entregan a un compromiso solidario sin estar desvirtuados por
“intrigas palaciegas”, que no hacen más que enrarecer el ambiente,
entorpecer la labor por muy noble que ésta sea y alimentar el germen
de la fragilidad e incluso de la destrucción interna.

Y llegados a este punto, nos planteamos la siguiente reflexión: si
los problemas suelen surgir por los disentimientos o desafíos
existentes entre los que capitanean los movimientos, cada uno con su
forma peculiar de entender un mismo asunto, pero no afecta a los que
fuera de los órganos decisorios de cada grupo forman su verdadera
fortaleza: el inmenso número de ciudadanos que cree en una causa y a
ella se entrega, sin perderse en contubernios ni en maquinaciones
extrañas y sumamente perjudiciales, entonces habrá que llegar a la
conclusión de que así como los que lideran son el origen de las
divisiones, a los demás, es decir, a casi todos, les une un mismo
deseo e ideal con independencia de bajo qué siglas contribuyan con su
trabajo a esta causa.

Se imaginan por lo tanto que los que dirigen las innumerables
asociaciones animalistas de este País realizasen un examen de
conciencia, recordasen cuáles son los motivos que les llevaron a esta
lucha y fuesen capaces de romper las cadenas que su intransigencia o
egoísmo les procuran, y desembarazándose de las limitaciones que tales
actitudes les imponen demostrasen la valentía y la inteligencia de
unir, de combinar el esfuerzo de todos los que les apoyan, a lo que
habría que sumar probablemente el de los que por no entender tan
absurdas desavenencias, a día de hoy batallan por su cuenta y de forma
independiente. ¿Pueden hacerse una idea de lo poderoso que sería ese
“ejército” de seres humanos decididos a cambiar la trágica suerte de
los animales en España?.

Nadie discute que la organización es absolutamente necesaria, pero ni
el modo de entenderla ni tampoco el orden o las prioridades en una
guerra con tantos frentes abiertos, pueden constituirse en rémoras
como lo están haciendo, con el resultado de acciones dispersas,
mutiladas y de escasa efectividad. Aquí sólo hay que tener presente un
hecho: que luchamos por acabar con el sufrimiento de los animales a
manos del hombre y sin duda, ese objetivo lo suscriben todos los que
están empeñados en esta causa, por más que luego se difiera en
estrategias o en tiempos.


Somos muchos, la gran mayoría, los que aborrecemos la crueldad con
los animales y comparados con nosotros, son muy pocos los que
presentan esa patología de maltratadores, ¿Cómo es posible entonces
que nos ganen siempre en número cuando de manifestarse se trata?.
Tenemos el contingente humano y sobre todo es nuestra la razón, porque
defendemos la vida y aborrecemos el sometimiento mortal que se ejerce
sobre seres más débiles y sin el amparo legal que necesitan y merecen.
Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo hacer sonar nuestra voz,
la de todos, como si fuese una sola, ante los que tienen la capacidad
de modificar una realidad tan sangrante?.

Es imprescindible superar de forma inmediata desavenencias y
rencillas que nos convierten en grupúsculos cuando somos legión. Es el
momento de asumir que nuestras miserias están contribuyendo a que el
destino atroz que padecen tantos animales hoy, vuelva a repetirse
mañana, un hecho imperdonable en quien asegura defenderlos y del mismo
modo, es ya la hora de organizar una movilización masiva, en la que
participen absolutamente todos los que se dicen animalistas, que no
quede ni uno solo fuera, y llevarla a cabo allí donde los políticos ya
no podrán decir que no nos ven ni nos oyen, en el mismo Centro del
Poder de este País. Millones de personas, sin banderas, sin siglas,
sin colores, sin afiliaciones y unidas, como no puede ser de otro
modo, gritando con una sola voz a la cara de nuestros gobernantes que
exigimos una Ley de Protección Animal amplia, suficiente, sin
excepciones e inmediata.

¿Es un sueño?, tal vez, pero esta vigilia que nuestra necedad nos
procura, es la condena de millones de animales. Convendría no
olvidarlo ni un solo instante.

Julio Ortega Fraile

http://www.findelmaltratoanimal.blogspot.com/

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